Ancona, el codo de Italia
¿Por qué nos gustó Ancona?
Por increíble que parezca, un accidente geográfico con forma de codo puede ser el origen del nombre de esta ciudad. Es que Ancona es una modificación de la palabra codo en griego antiguo y si miramos un mapa de Italia veremos justamente esa particularidad en la costa. Pues allí mismo está Ancona.
Ancona es un puerto pueblo a orillas del Adriático que recibe a cruceristas con los brazos bien abiertos, y con los codos también ;). No es un pueblo mas en una costa transitada, desde sus orígenes a la fecha han quedado pruebas de culturas y civilizaciones con impronta, arte e historias en sus callejones.
¿Por qué nos gustó Ancona?
Los pueblos a orillas del mar siempre nos atraen, aunque Juli no coma pescado y Edgardo no haga Surf somos marítimos de nacimiento, «Nos gusta el mar y tenemos alma de navegantes» y eso es algo que arrastraremos toda la vida.
Callejuelas adoquinadas. Aunque se corre el riesgo de perderse en algunas calles de Ancona, el adoquín le da ese encanto antiguo y resbaladizo que lo hace especial. Si nos dan a elegir entre asfalto y adoquines sin dudarlo nos quedamos con ellos, una calle con adoquines cuenta muchas mas historias que kilómetros de asfalto.
Aunque su puerto recibe cruceros, lo hace de a uno por vez, Ancona no se masifica. Eso le dá un plus a los visitantes silenciosos como nosotros, te dá espacio para poder caminar, observar, conocer y disfrutar de la experiencia de viaje.
¿Qué ver en Ancona?
Es un destino arquitectohistórico por el día y enogastronómico por la noche.
Sitios arqueólogicos de todas y cada una de las etapas históricas que vivió Ancona. Desde un Arco de Triunfo hasta una Catedral, estilos románicos, góticos, tardíos y no tanto. Palacios renacentistas, un anfiteatro y el Duomo de San Ciriaco en lo alto de los montes donde previamente hubo un templo dedicado a Venus.
Ancona debería ser un sitio de viaje obligatorio para estudiantes de arquitectura.
Y para comer, sólo recordar que Ancona es Italia y que aquí se come siempre bien. Preguntando a los vecinos que limpian las aceras de sus casas se llega siempre a una de las tantas enotecas que hay en la cittá; vino y pasta artesanal son lo justo y necesario para dar la alegría que necesita el cuerpo después de una larga jornada de edificios y adoquines.
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