Guissona me recuerda a mi pueblo
CATALUÑA
Caminar por las calles de Guissona es volver a la larga lentitud de mi pueblo. Esa lentitud que los que pasamos demasiado tiempo en las capitales a veces necesitamos, nos acostumbramos a vivir en la rapidez y desarrollamos una gran agilidad esquivando personas en las aceras pequeñas mientras enviamos un Wazz-Up a nuestro jefe avisando que debido a un retraso del Metro (Subte) llegaremos tarde a esa reunión.
Claro que a veces para darnos cuenta de lo que vivimos necesitamos verlo a la distancia. No hace falta irse muy lejos para ello. Desde Barcelona apenas a 120 kilómetros, un par de horas, y el tiempo cambia, nosotros mismos cambiamos y nos queda adaptarnos a ese ritmo.
La dueña del Restaurante conoce a la guía del Museo, la guía del Museo al cura de la Iglesia, el cura a la alcaldesa y ella al experto en el Castillo Medieval donde vive el fantasma de una Monja. Todo eso en apenas 20 km².
Llegamos temprano por la mañana de un sábado frío, claro con pocos edificios el calor no se concentra en las calles y la temperatura baja. En El Celler de Guissona nos reciben como reyes, aunque el banquete sería mas tarde, calentamos los motores con un cafecito y sus dueños nos acompañan al Museo Arqueológico. «Las Ruinas de Iesso»: los restos de un poblado Romano comunicado con Tarraco. Más conocemos España más razón le damos a nuestra Profe de Historia cuando nos decía que los Romanos estuvieron por todos lados.
La visita al Museo tiene una parte exterior y una interior con audiovisuales. Por fuera se ven las excavaciones, los restos de la muralla, la Vía Principal, las Termas y las Domus de sus habitantes. Sólo tocar una roca de esas paredes te transporta a historias de cónsules y legionarios.
Como si de un juego de postas se tratara, al finalizar la visita al Museo, nos recoge Gemma y nos teletransporta al Medioevo, la ciudad antigua y el Arco del Ángel son sus principales referentes. En la Plaza Central nos cuenta historias de vendedores, mercaderes y sobre la Liga del buen habla.
La Iglesia estaba cerrada, es que a esas horas el Sacristán se va a comer, pero no había que preocuparse, Gemma tenía la llave de la Iglesia, así que ahí nos fuimos, mas calentitos supimos más de este Pueblo, reconocido nacionalmente por su baja tasa de desocupación, por la influencia en su economía de la fábrica Bon Area, por la variedad de nacionalidades que lo habitan; pero que poco se conoce de sus historias, su gente, sus calles y de su cocina de proximidad.
Estamos convencidos que hay muchos Guissona en España y en el Mundo entero. Invitamos a buscar en el mapa ese pueblo, ese restaurante, aquel museo y esa Iglesia. Seguro tendrán historias que contar.
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