Palabras de un adoquín de La Plaza Roja
La Plaza Roja. La plaza bonita. Ese lugar que me hizo vibrar.
Pisar los adoquines de la Plaza Roja en el centro de Moscú es para mi uno de esos sitios fetiches en los que hay que estar al menos una vez en la vida.
Llegué al centro de la plaza y marqué con un tilde uno de los sitios históricos en los que se debe estar. Porque yo tengo una lista con 100 lugares en los que debo estar al menos una vez en la vida. La Plaza Roja forma parte de esa lista y a partir de ahora está marcada.
El Kremlin a un lado. San Basilio colorido al otro. Miles de adoquines que querían contarme anécdotas, voces de revolución, de cambio y de historia contemporánea se escuchaban ahí abajo.
Los adoquines no hablan. Si pudieran hacerlo serían los mejores guías de Moscú y Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, aunque en realidad ya lo son junto al complejo monumental del Kremlin.
¿Y si los adoquines de la Plaza Roja hablaran? ¿Qué dirían? ¿Qué nos contarían?
“Me desfilaron encima”
El 9 de mayo de 1945 llegó a mis fríos y toscos oídos que la Gran Guerra había terminado, desde entonces nada iba a ser lo mismo, pasamos mas o menos 30 años en guerra, aunque los libros de historia hablen de dos yo siempre la pensé como una sola, vendría un pequeño respiro porque siempre alguno de estos que me pisan se organiza un nuevo conflicto.
Pasaron 20 años y empezaron a marchar de manera organizada cada 9 de mayo conmemorando el Día de la Victoria, militares y tanques los primeros años y luego a medida que los que vivían en el Kremlin iban cambiando también lo hacían los desfiles.
Esos días somos importantes, soportamos el peso de la historia de los hombres, somos parte del simbolismo de la victoria de unos sobre otros, no sabemos si somos los buenos o los malos, pero sin dudas somos los rusos.
“Yo sé de zares, de Lenin, Stalin y Gorvachov”
Todo el entorno que me rodea, a mi y a mis compañeros adoquines, ha ido cambiando. En una época todo lo que nos rodeaba era de madera pero el inquilino del Kremlin quien entonces ostentaba el título de Zar, decidió cambiar por construcciones con menos posibilidades de incendio. Temía al fuego y eso se notó con el tiempo.
Los Zares fueron desapareciendo, todo fue muy confuso, recibimos muchas pisoteadas durante años y nadie nos dejaba bien en claro que pasaba. Los hombres son complejos pero siempre buscan un líder a quien seguir. Surgió uno que pasó a la eternidad en sus discursos, textos y hasta tenemos su mausoleo entre nosotros. Se llamaba Lenin, todo un revolucionario, de esos que marca un antes y un después.
Stalin puso de moda el bigote. Aún hoy algunos se afeitan como él y cobran por una foto. Este señor estuvo entre los mas poderosos en la época de la Gran Guerra que contaba antes. Se juntó con otros de occidente, hizo pactos y como todos fue cómplice del exterminio y víctima de su propia ambición ilimitada de poder. No es que me caiga mal, quizás sin él no tendríamos desfile cada mayo.
Otro que hizo lío fue Gorvachov. Nunca entendí el concepto de Guerra Fría que se hablaba entonces. ¿Peleaban en invierno? ¿Se tiraban con copitos de nieve en vez de balas?. No lo sé. Sólo recuerdo que todo cambió con él, después de despedirse con un último discurso la bandera de ahí arriba cambió de color y nada es lo que era.
“Fui pista de aterrizaje”
Esto fue muy loco, la verdad. ¡Se armó una que cuesta contarlo!. Un chico alemán, en épocas de Gorvachov no tuvo mejor idea que venirse volando en su avioneta y aterrizar encima nuestro, como si fuésemos nosotros el Aeropuerto Sheremetievo. Al principio nos asustamos porque la gente se empezaba a alejar y veíamos que el avión estaba cada vez mas cerca, creímos que la guerra había salido del frezzer y se iba a poner cálida. Pero no pasó nada, al menos no para nosotros. El piloto marchó preso por temas políticos creo y el responsable de defensa del país de ese entonces tuvo que renunciar.
“Hasta los huevos de arte”
Hace poco pasó algo de lo que me cuesta hablar. Una situación que si la viera Lenin se armaría otra revolución. Fuimos noticia en todo el mundo gracias o por culpa de un artista que no tuvo mejor idea que clavarse los testículos entre alguno de mis amigos como señal de protesta. Si. Ganas de llorar dan. Por suerte no me tocó a mi, pero esos pobres adoquines aún tienen pesadillas por las noches.
Yo entiendo que la gente pueda expresarse, ser activista, reclamarle a Putín lo que quiera pero hay formas y formas. Señor Pavlensky por favor la próxima con altavoces, bombos y carteles, seguro nos va mejor a todos.
“Señor turista, de verdad no es por el color”
¡Las cosas que hay que escuchar a veces!. Nos llamamos Plaza Roja pero no es por el color de los edificios de alrededor. “Roja” es una castellanización del verdadero nombre en ruso krásnaya que significa bonita. Así que aunque los guías y todo el mundo nos conozca con el nombre de Roja, somos la plaza bonita.
Y ya que tengo esta posibilidad voy a expresar mi agradecimiento a los turistas de todo el mundo que vienen cada día y posan y admiran el Kremlin, nuestra hermosa y colorida Catedral de San Basilio, las tiendas comerciales de GUM y el Museo Estatal de Historia Rusa. Gracias por pisarnos con delicadeza y hacernos sentir parte de su viaje.
Sólo un reclamo: ¿Para cuándo un selfie con un adoquín?
Jejeje… Divertido el post!!! Sí, tienen historia los adoquines, hicisteis bien en escucharles! Nosotros cuando fuimos, nos encontramos la plaza cerrada porque se preparaba un desfile militar internacional 🙁
Gracias chicos, ¡a lo que hemos llegado! hasta con los adoquines hablamos en busca de historias. Saludos.